Seguidores

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Bebiendo, fumando y sin parar de reir comer

Se supone que la fiesta de fin de curso es pura diversion. Descontrol, alcohol, cigarrillo, todos con todos, etcétera. Eso fué hasta que llegó el, lógicamente. Su sonrisa perfecta, los ojos que cambian de verde a marrón, más bronceado que antes, con el pelo recién cortado, era increíble no parecía él. Nos miramos ya ebrios, nos sonreímos después de un mes sin vernos y nos abrazamos, siquiera hablamos, sólo nos abrazamos. No se cómo, no se por qué, pero el último recuerdo que tengo después de ese abrazo es de estar sentada en una mesa comiéndome todo lo que tenía a mi alcance, llorando, llorando por él. Era la misma historia otra vez, no quería, no podía seguir así, me lastimaba. En ese momento, agarré lo primero que tenía cerca y me lo clavé, una y otra y otra vez. Siete cortes nuevos. No se con qué y no se por qué. Sólo se que cuando vi la sangre caer por mi brazo y cuando la sentí fuí feliz, sonreí. Pero necesitaba más, más dolor, agarré lo primero que tenía cerca, un vaso de ron creo y me lo volqué sobre mis cortes, me ardió, me quemó
Ahí estaba yo una vez más, ebria, sucia y lastimada. Por un hombre pendejo me había comido todo lo que tenía a mi alcance. Por un hombre pendejo me había lastimado. Me contradecía sola, me quería lastimar pero a la vez no, quería comer pero a la vez no. Agarré un vaso de dudosa procedencia y sin dudarlo hice un fondo blanco, todavía desconozco el contenido del vaso, pero se que termine mal, vomitando y vomitando una y otra vez. De ahí tengo toda la noche borrosa.
Y me atragantaba con comida, una vez más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario